domingo, 17 de marzo de 2013

Cuando recibo mi Luna...


Cuando recibo mi Luna, lo primero que hago es agradecer por ello.
Trato de acomodar mis actividades cotidianas (trabajo, estudio, compromisos) de forma tal que la agenda quede lo más libre posible por lo menos el primer día de sangrado, día en el que procuro el mayor descanso, me refugio y me alejo en mi cueva que es mi casa o mi taller, enciendo mi velón rojo (que enciendo en cada luna), me mimo, me consiento, me regalo flores y en el caldero le pongo fuego a inciensos y olores y me dejo llevar… 


Todas las lunas son diferentes y en ello radica la magia que traen consigo, luna tras luna, ciclo tras ciclo. Y cuando me entrego a ella en ese momento empieza a ocurrir la magia. Algunas veces medito, otras pinto, otras escribo, en otras me pierdo en mis telas y diseño, en otras leo o me voy al parque o plaza más cercana a caminar descalza en la tierra, bailo, o simplemente duermo y me sumerjo en mis sueños. A mi actividad onírica mis días de sangrado le otorgo toda mi percepción, escribo mis sueños en tiempo presente, obviamente lo que retengo cuando me despierto. 

Estoy pendiente de la fase que esté transitando la abuela Luna y el momento astrológico que estemos viviendo, así logro sacarle más provecho al nuevo ciclo que comienza.

Ayuno por tres días, que son el número de días que habitualmente sangro mi luna. El primer día no consumo ningún alimento sólido, únicamente tomo líquido, agua, jugos de fruta y agua de panela. El segundo día, como ricas frutas, todas las que quiera y muchos líquidos deliciosos como los del día anterior; y el tercer día consumo todo lo anterior pero ahora, con arroz. El cuarto día del ciclo, retomo la ingesta de alimentos habitual. 

Yo uso toallitas de tela, las prefiero porque amo la idea ritual de lavarlas y quererlas, me hace pensar en mis abuelas y ancestras que luna tras luna se tomaban el mismo tiempo para lavar sus toallas cada ciclo. La copita menstrual la dejo para momentos extremadamente puntuales. 

Mis toallitas cada ciclo se sumergen en un recipiente de vidrio, único y especial para ellas con un poco de agua fría, mucho amor y acompañadas del velón rojo. Mi sangrado sagrado en el agua vuelve a la tierra, a las plantas y alguna que otra vez ha quedado plasmado en algún cuadro. 

El momento en el que mi luna vuelve a la tierra es un instante muy especial porque agradezco, ofrendo, le pongo mi intención y pido porque cada luna sean más las mujeres que en toda la tierra vuelvan a conectar con ella a través de ellas, que vuelvan al origen, vuelvan a lo simple, que cada vez más mujeres sigan sus instintos y dancen con su útero. 

Nací en América, en un lugar hermoso que puede ser cualquiera pero que ahora es llamado Colombia, hace veintisiete años atrás. Pero como las fronteras son una invención y lo único real es la tierra, sigo viviendo en mi hogar que ahora queda un poco más al Sur, en lo que ahora se llama Argentina.

Mujer, hija de la luna y de semilla de la tierra. Hago muchas cosas que me permiten sobrevivir y ser feliz, estudio, investigo, escribo, pinto, imagino, fotografío el mundo, bailo, diseño y ejerzo mi profesión. Pero más allá de todo eso, vivo e imagino, imagino todo el tiempo, sigo mis instintos y a pesar de estar inmersa en un mundo muy académico y teórico, trato de alejarme de la razón. Porque el intelecto siempre tiene la razón, pero la intuición nunca se equivoca.

(Testimonio de Alejandra Vega Rivera, tomado de miperiodoalnatural.com
Ilustraciones: Mara B. Friedman)

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