Hoy sonríe, en lo alto, la luna en su cuarto menguante. Desde el balcón de esta casa escucho a la luna. La reina de los ciclos nos enseña que en la vida-muerte todo es cambio y compensación: a la plenitud sigue el vacío y al vacío la plenitud.
Una vez, la luna oscura quiso brillar en el cielo, entonces se dejó preñar de la luz del sol y se convirtió en luna llena. Desde entonces, no deja de hacerlo (han tenido montones de hijos). Eso explica el hecho de que a la oscuridad siempre sigue la luz. Por eso las madres nos arrojan desde las tinieblas de sus vientres y nos dan a luz: ellas en especial siguen los ritmos lunares.
Esta noche estamos a mitad de camino. En preparación para lo que sabemos inevitable. Sin descanso, vamos en impaciente tránsito hacia lo oscuro, hasta el último hilo de luz y vida, hasta la extinción total.
Como ocurre con la madurez, del camino andado deberíamos haber acumulado trucos, mañas y saberes para seguir la marcha de mejor manera y más despiertos.
Esta noche de cuarto menguante, sueñen con el fin de los tiempos (los tiempos individuales, los colectivos o los cósmicos) y sepan que a veces necesitamos sabernos cerca del final para hacerlo mejor.
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