martes, 26 de febrero de 2013

Dos mitos de la luna. Jaime Sabines

Para intoxicaciones de Filosofía, tome una cápsula de luna cada dos horas o cómasela a cucharadas.


Soñar con tumbas o cementerios

Jung relaciona las tumbas con el arquetipo femenino, como todo lo que envuelve o enlaza. 
Los sueños con tumbas revelan la existencia de un cementerio interior: deseos rechazados, amores perdidos, ambiciones desvanecidas, días felices que pasaron, etc. 
Pero esta muerte aparente no es psicológicamente la muerte total. Prosigue una existencia oscura en la tumba de lo subconsciente.
El que sueña con muertos, con cementerios o con tumbas, "está en realidad buscando un mundo que encierra aún alguna vía secreta para él, va allí cuando la vida no tiene salida".

La menstruación china

Algunos datos curiosos sobre el simbolismo de la menstruación 
( 月经 ) en la cultura china, según "A dictionary of chinese symbols", de Wolfram Ederhard:


-Durante la menstruación una mujer no puede ir al templo, ir de peregrinaje ni tener relaciones sexuales.

-Se la cita con eufemismos: las noticias rojas, las noticias del mes, el general rojo, montar a caballo, etc.

-Se creía que la sangre menstrual de una virgen curaba problemas sexuales.

-Quemar las telas usadas en el menstruo (especialmente las del séptimo día del séptimo mes), aseguran que esa mujer no se vaya de casa.

miércoles, 20 de febrero de 2013

El Tarot y la totalidad

El Tarot como unidad, como totalidad que se expresa en la unión de sus partes. Desde la libertad e indefinición de El Loco hasta la realización y plenitud de El Mundo, Jodorowsky nos explica en siete minutos, y desde la sabiduría del Tarot, el proceso hacia la totalidad.
¿Su conclusión? "Cuando te unes con todo el mundo, se acaban los enemigos".



domingo, 17 de febrero de 2013

Siembra tu luna

"Retroceded a vuestras fuentes, ríos sagrados.
Y haced que se invierta el gran orden del mundo. La historia devolverá la justicia a mi situación. Habrá que devolver ahora a las mujeres lo que les corresponde. Nunca más se les atribuirá una pérfida fama".  Medea. Eurípides.

Mujeres, en esencia, somos agua y tierra. De nuestro barro han surgido los cuerpos. Es nuestra sangre, verdadera ofrenda sacrificial, quien nutre la vida. Que nos hayan hecho creer que es sucia y nos vuelve impuras cada mes es solo una evidencia más de cuán invertidos están los valores de la cultura occidental.

Estas reflexiones vienen a mi mente luego de volver de casa de mi vieja amiga. Esta tarde, mientras esperaba que Maya saliera a mi encuentro, abrí la pequeña cerca que separa la calle del patio lateral, un área de tierra tan yerma que contrasta con el colorido pero modesto jardín de coquetas, helechos y la mata de trinitarias naranjas que adorna la fachada de la casa. Una lluvia pasajera había convertido ese patio de tierra seca en un pequeño pantano. Para no embarrar más mis sandalias, di un salto hacia el  piso de cemento sobre el que se levanta el breve corredor. Todo por el gusto de encontrarme con la huerta orgánica que mi bruja amiga ha cultivado detrás de la casa y, en especial, con el jardín mágico oculto tras dos filas de papiros que lo hacen pasar desapercibido. Se trata de un jardín circular sembrado bajo las formas y líneas de un pentáculo: una estrella de cinco puntas cuyo vértice superior apunta con exactitud hacia el Norte.

Consta el jardín de diversas plantas repartidas en los once espacios que resultan de las divisiones de la estrella encerrada en el círculo. En el centro del pentagrama, una zábila descuella entre todas las plantas por el alcance de sus pencas. Da la impresión de estar sembrada sobre un terreno de mayor altura. Ruda, albahaca, lavanda, orégano, artemisa y romero son otras de las especies que logré identificar. La exuberancia del jardín y los aromas de las hierbas me hacían fantasear con lo mucho que haría si fuera yo la dueña de tales maravillas. Pero pronto mis ensoñaciones se disiparon al saludo de Maya. No dejé de expresarle mi admiración por la belleza y la prodigiosa energía que emanaba de su jardín. Entonces respondió sin rodeos: "Se ha nutrido de mi sangre".

Maya me contó la historia de su jardín. Comenzó apenas con la zábila que ahora despunta en el centro. Una noche de lágrimas y luna negra, la sangre que corría por sus piernas mojó la tierra y acarició las espinas de la zábila. Había perdido a su primer hijo en el tercer mes de embarazo. Desde entonces, por necesidad e instinto, Maya cultivó su sangre cada mes, cada luna nueva. Lo hizo en memoria de su hijo perdido, como ofrenda a la Madre: la Madre Tierra, la Madre Luna, la Madre que habita en cada mujer, cualquiera que sea su condición. Lo hizo para sanar su vientre. Y le gustó.

Después supo que la sangre menstrual había sido parte fundamental en los ritos sagrados de muchas culturas antiguas. Para los siux, los lakotas, y en general para las tradiciones indígenas norteamericanas, la menstruación era conocida como "período de la luna", tomando en cuenta la relación entre el ciclo lunar y el ciclo menstrual. Durante el "período de la luna", las mujeres se reunían en un lugar especial que llamaban "La tienda de la luna", donde se les iba el tiempo entre meditaciones, cantos, rezos, danzas y trabajo artesanal. Era un período para comprender la menstruación como un hecho sagrado y para agradecer el privilegio de dar vida. En esta, como en otras culturas, la mujer menstruante era sagrada y se encontraba en su momento de mayor poder espiritual.

Después de reflexionar en esto, solo puedo preguntarme qué nos dijeron a las mujeres que fuera tan convincente para hacernos desconocer el vínculo que existe entre nuestro cuerpo y lo sagrado. Nuestra naturaleza no debe ser  motivo de vergüenza u ocultamiento. Nuestra sangre es nada menos que la savia de la vida, y a ella nos debemos. No la deseches nunca más como basura, mujer. Haz que tu sangre corra con el agua y ofréndala cada mes a la tierra. Siembra tu luna.